La vuelta al cole en el Corte Hermopolita

Queridos amigos del papiro,

¿Cómo lleváis la vuelta al cole? Mal ¿no? Normal. El material escolar es caro, y a menudo difícil de encontrar. Seguro que hay más de un «profe» que parece primo segundo de Satán y que tus padres están todo el día dándote la turra con que «ni Netflix ni Netflox. Estudia más, tribiji mis ñiñiñiñi». Que bien podrían ser ellos ministros de economía de los países de Norte de la Eurozona.  Ya seas un alumno o, incluso el padre de un alumno, el cole es el MAL en la Tierra. Pero ¿sabéis qué? El colegio era mucho peor en el Egipto romano. Y digo mucho peor porque la concepción de la escuela es diametralmente opuesta a la que tenemos en los modernos estados de derecho.

En primer lugar, porque no existía la escuela pública como tal: la enseñanza no estaba reglada y el acceso a ella dependía exclusivamente del poder adquisitivo de las familias. La idea es que solo los miembros de la élite adquirían una formación académica completa y solo a través de una formación académica uno podía pertenecer a la élite. Vamos: más o menos como en España dentro de diez años a este ritmo vertiginoso de recortes en educación pero sin mareas verdes. En segundo lugar, porque el espíritu pedagógico del Egipto romano se resumía con la máxima de «letra con sangre entra»:el castigo físico de los estudiantes era el principal método de control. Hemos de hacer, por tanto, caso a Luciano (Par. 13) cuando nos habla de colegiales que iban a la escuela con «expresión mohína» y «salían de ella con lágrimas» [Nota: iba a poner «vamos: igual que en la España del tardofranquismo pero me acabo de enterar que la prohibición de los bofetones se remonta a 2007 y me he quedado muerta en la bañera]

Sin embargo, tal y como reflejan algunos papiros, la experiencia de la escuela no es tan diferente de la nuestra:

A tus padres les preocupa tu progreso

En efecto: tus padres te recuerda una y otra vez la importancia de aprovechar bien las enseñanzas de la escuela. Por ejemplo, el consejo que este padre le da por carta a su hijo:

«Procura no pelearte con ninguno de los de la casa y dedícate solamente a los libros: estudia, que obtendrás provecho de ellos

P.Oxy III 531, 9-12 (Oxirrinco, s. II d. C.)

Además, te preguntan una y otra vez por tu desempeño. A lo que tú respondes:

«No se preocupe, padre, por mis estudios. Trabajo duro, pero también me relajo»

P. Oxy. X 1296, 5-8 (Oxirrinco, s. III)

#TambiénMeRelajo

Tu madre presume por carta ante otras madres de lo buen estudiante que eres (esto a ti probablemente te abochorna):

«Gracias a dios que al chiquito le gusta la ciudad; acude a clase y aprende la lección con entusiasmo

PSI I 94, 5-10 (Egipto, s.II d. C.)

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PSI I 94 ro: carta de una típica madre ufana.

Corticoles: tus padres se hipotecan con tu educación

La vuelta al cole normalmente implica un desembolso enorme en material escolar. Entre estos gastos hemos de contar, naturalmente, el de los libros:

«La pequeña Heraidous te saluda, igual que tu madre, Helena. Yo, Hermaios, también te saludo» Te suplico (…) al administrador para que me suministre las cosas necesarias para la escuela, como un libro para que lea Heraidous.»

 P. Giss. I 85, 9-15, (Hermópolis Magna, 117 d. C.)

O una preciosa capa como la que lleva esta niña lectora.

terracota
Terracota alejandrina. Imagen de Pomeroy (1984: 64 Fig. 4)

Aunque probablemente el gasto mayor consistía en alimentar a tu prole. Nos podemos hacer una idea a partir de este papiro con la contabilidad doméstica:

(l.16): cera y stylus para los niños: 1óbolo/ (l.26): trigo puro para los niños: 1/2 óbolo; (l. 38): repollo para la cena; l. 47: leche para los niños: 1/2 óbolo; (l.50): pastel para los niños: 1/2 óbolo; (l. 58): granadas para los niños: 1/2 óbolo; (l. 59): juguetes 1/2 óbolo; (l.78): paloma para los niños: 1/2 óbolo.

P. Oxy. IV 736 (Oxirrinco, s. I d. C.)

Tu profesor es un horror

Otra cosa que, como alumno, te puede ocurrir es que te creas el recopetín y que todos los profesores te parezcan una mierda y que no encuentres en la ciudad ni un solo maestro digno de tu talento.  Esto es lo que parece haberle ocurrido al repipi del hijo de Theon, quien no duda en escribir a su padre lo siguiente sobre el panorama escolar:

(1-11)«A Theon, mi querídisimo padre, saludos. Nos has aliviado de nuestra depresión en el momento en que has declarado que los acontecimientos del teatro te resultan indiferentes. Aunque yo albergaba la esperanza de obtener cosas espléndidas al navegar al punto río abajo ¿qué he ganado yo por mi buena disposición? Puesto que ahora, en mi búsqueda de un buen profesor, me he encontrado con que tanto Chairemon, el profesor, como Dídimo, el hijo de Aristócles, en cuyas manos tenía la esperanza de lograr algún éxito, ya no están en la ciudad, sino que solamente hay escoria en cuyas manos muchos estudiantes encuentra el camino directo a la ruina

(25-29) «Yo por mi parte, puesto que he prometido no ver a Dídimo ni de lejos si encontrara profesores dignos de tal nombre, estoy deprimido por el hecho de que éste, que solía dar clase fuera de Alejandría, le haya parecido bien entrar en competición con los demás.»

SB XXII 15708 (S. I/II d. C.)

La letra con sangre entra

Ya hemos adelantado que el principal estímulo para el aprendizaje que empleaban los profesores en el Egipto romano era la fuerza física. No contentos con eso, en los ejercicios que los alumnos hacían en la escuela, los profesores también incluían algunas amenazas. Por ejemplo, en una tabla de madera  del s. III d. C. que contiene un ejercicio escolar de copia de sentencias, encontramos el siguiente consejo:

«Trabaja duro, muchacho, sino quieres que te calcen un azote» (φιλοπόνει, ὦ παῖ, μὴ δαρῇς)

Cribiore 134

Un rollo de papiro del s. I d. C. que contiene una antología escolar de sentencias de Menandro también insiste en la misma idea.

«el que no recibe azotes no puede ser educado» (ὁ μὴ δαρείς ἂνθρωπος οὐ παιδεύεται)»

Cribiore 257

Lamentablemente, el castigo físico iba más allá de la escuela. Parece que el padre también se reservaba este derecho cuando el hijo  era un mal alumno. La carta que un padre escribe al profesor de su hijo es muy reveladora:

«Me has escrito sobre el pequeño Anastasio y, puesto que estoy en deuda contigo, ten por seguro que te voy a pagar por completo. Nada de lo que te han dicho es cierto salvo que es estúpido, un niñato e insensato. Él mismo me escribió una carta muy de acuerdo con su apariencia y su hueca cabeza. Puesto que es un niñato y un insensato, me lo voy a traer de vuelta a casa. Conservo la carta para enseñártela cuando vaya yo. Castígalo, pues desde que dejó a sus padres no ha tenido otros azotes, y le gusta recibir unos cuantos: su espalda se ha acostumbrado a ellos y necesita su dosis diaria»

SB V 7655, 18-32 (s. VI d. C.)

Cuando has abandonado la adolescencia y te haces amigo de tu profesor

A pesar que la experiencia escolar pudiera resultar terrible, sabemos que en algunos casos la relación entre alumno y maestro acababa por convertirse en genuina amistad. Por ejemplo, un tal Korax tuvo muy en cuenta a quien fue su profesor cuando hizo la siguiente dedicatoria en honor a la diosa Isis:

«Korax, he llegado ante la Señora Isis y he hecho la salutación en honor de Kabax, mi profesor y esclavo, y Korax, mi hijo.»

IPhilae 48 (Filé, antes del 80 a. C.)

La carta que el muy educado Thonis envía a su padre también da cuenta de la buena relación que el primero mantuvo con sus profesores:

«A mi muy venerado padre Arion, Thonis, saludos. En primer lugar, hago la salutación a los dioses ancestrales del lugar en el que vivo por ti cada día con el deseo de que disfrutes de una salud perfecta tú y todos los nuestros. Pon atención: esta es la quinta vez que te escribo y tú me has escrito una única vez sin comentar nada acerca de tu salud ni has venido a verme, a pesar de que me dijiste «voy a ir» y no has venido para enterarte de si mi profesor se preocupa por mí o no. Y él casi cada día pregunta por ti: ¿pero viene o no?. Y yo solamente digo: «sí».  Apresúrate a venir, para que él pueda darme clase, ya que tiene ganas de hacerlo.Si hubieras venido conmigo, yo habría sido instruido hace tiempo. Cuando vengas, recuerda las cosas sobre las que te he escrito tantas veces. Ven conmigo rápido, antes de que él se vaya a la parte alta de la ciudad. Da muchos recuerdos a los nuestros a cada uno por su nombre, junto con aquellos que nos quieren. Y manda saludos a mis profesores. ¡Adios, padre queridísimo! (…) ¡Acuérdate de nuestras palomas!»

SB III 6262 (s. III d. C.)

BIBLIOGRAFÍA

Cribiore, R. (1996). Writing, Teachers, and Students in Graeco-Roman Egypt. Atlanta: Scholars Press

Cribiore, R. (2001). Gymnastics of the Mind. Greek Education in Hellenstic and Roman Egypt. Princeton: Princeton University Press

Pomeroy. S. (1984). Women in Hellenistic Egypt: from Alexander to Cleopatra. New York: Schocken Books

Rea, J. (1993). «A Student’s Letter to his Father. P.Oxy. XVIII 2190 Revised«, Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik 99 75–88.

Roberts, C. H. (1935). «Two Letters of the Bizantine Period«, Journal of Egyptian Archaeology 21: 52-56.

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